9.2.08

Ecoaldea


¿Quién no ha pensado alguna vez eso de “esta vida no es para mí”? ¿Quién no ha renegado alguna vez del estrés cotidiano, de esta sociedad individualista, del destrozo que estamos haciendo al medio ambiente, de las múltiples consecuencias sociales del sistema en el que estamos inmersos? La mayoría apartamos con la mano estas preguntas insidiosas.
Hay quienes tratan de hacer pequeños cambios para tratar de que mejoren las cosas. Y hay también personas que deciden tratar de construir algo diferente, maneras alternativas de vivir, así, sin un camino marcado, simplemente movidos por la intuición, ensayando, con sus éxitos y sus errores.
Muchas de estas personas se unen, precisamente buscando recuperar el sentido de comunidad, de grupo.
Hay algunas de estas experiencias que se autodenominan ecoaldeas. Otras, con un carácter político marcadamente distinto, pero con muchos objetivos comunes a las ecoaldeas, son pueblos okupados. Otras, se llaman comunidades sostenibles. El mínimo común denominador de todas estas experiencias sería el respeto al medio ambiente y la atención explícita al desarrollo humano. Si además le añadimos el componente de viabilidad económica, que no deja de ser fundamental, de lo que estamos hablando realmente es de un desarrollo sostenible integral y profundo. Y es que este tipo de iniciativas ponen en práctica lo que tantas veces se predica desde las tribunas, o se teoriza en versión macro Es difícil dar definiciones y clasificaciones, puesto que cada grupo decide cuáles son sus prioridades, cuáles son sus bases fundamentales. Existen iniciativas urbanas e iniciativas rurales (la mayoría); comunidades en las que la base espiritual, de un tipo u otro, es el principal centro de atención; grupos con economía común (¡las famosas comunas!) y otros con economías individuales y propiedad privada; quienes basan los ingresos en el trabajo remunerado externo, quienes venden sus productos, quienes únicamente buscan producción agropecuaria para autoconsumo; primitivistas que rechazan cualquier tipo de tecnología o gurús de los ingenios autoconstruíbles; quienes compran el terreno para construir viviendas nuevas, quienes piden cesiones de pueblos ya abandonados y quienes los okupan; quienes quieren influir en la sociedad exterior o quienes quieren huir de ella; y así la lista podría continuar y continuar. Como decía anteriormente, cada una de estas iniciativas es una experiencia, un ensayo, un experimento, con algunos aspectos más sencillos y otros más complejos. Por lo general, sabemos cómo debemos hacer para estar en equilibrio con el medio ambiente. Sabemos de la agricultura ecológica, del consumo local, de las energías renovables, de la fitodepuración, de la bioconstrucción, las reparaciones, la reutilización y el reciclaje, el rechazo al consumismo y al derroche. La estabilidad económica generalmente se basa en los productos de la tierra y animales, en los productos artesanales, en la transmisión de conocimientos, etc, pero también muchas veces se complementa con trabajo externo, aunque sea temporal. Sin embargo, es la parte social la que siempre es más difícil. No se trata sólo de la salud o la educación, que generalmente se autogestionan en la medida de lo posible, las celebraciones, la organización del trabajo, los flujos de información y la toma de decisiones (muy habitualmente asamblearia y por consenso). Muchas veces, la resolución de conflictos y la dinámica del grupo es la parte crítica, la más débil, la que a veces hace incluso naufragar… o la que hace más fuertes a las comunidades para seguir adelante, porque es la parte más interesante y enriquecedora de la comunidad

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Alicia Lafuente

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