11.4.08

Suelo amazónico

La mayor parte de los suelos amazónicos son pobres en nutrientes y tienen un bajo potencial de retención, especialmente en lo referente al calcio, al potasio y al fósforo. Sin embargo, sobre los suelos pobres crece una tupida vegetación, lo que ha llegado a confundir a muchos, porque se supone "que debajo de un bosque ubérrimo existen suelos fértiles". Sin embargo la verdad es todo lo contrario.

A diferencia de otras regiones más templadas, los nutrientes no se encuentran en su mayor parte en el suelo sino en el bosque, o sea, en la biomasa. Lo que sucede es que el bosque tiene una alta capacidad de reabsorber los nutrientes de la materia orgánica caída y descompuesta, y controla de esta manera la pérdida de los nutrientes.

El bajo contenido de nutrientes se debe a dos causas: (i) a las altas temperaturas y precipitaciones, y (ii) a la historia geológica de la región.

La intensa meteorización y lavado (lixiviación) a través de millones de años ha removido los nutrientes de los minerales que forman los materiales parentales del suelo. La pérdida de los nutrientes por lavado o erosión no puede ser reemplazada por la meteorización del subsuelo, como sucede en las regiones más templadas.

Los suelos amazónicos también tienen una muy baja capacidad de retención de los nutrientes, que se originan de la descomposición de la materia orgánica. Esto se debe, en parte, a la alta concentración de aluminio e hidrógeno, que ocupan los espacios en que los nutrientes deberían ser retenidos. El aluminio comprende un alto porcentaje de los minerales del suelo. El hidrógeno proviene de los ácidos orgánicos formados en la materia orgánica de la capa superior del suelo.

A pesar de la poca capacidad del suelo de retener los nutrientes, la sobrevivencia del bosque no está amenazada, porque las especies de árboles de la Amazonía se han adaptado a suelos altamente meteorizados y lavados. Una de las adaptaciones más importantes es la concentración de raíces en la superficie del suelo, que permiten capturar los nutrientes provenientes de la descomposición de la materia orgánica y evitar que se pierdan por lavado.

En conclusión:

1. En el bosque amazónico los nutrientes se encuentran en su mayor parte en la biomasa (plantas y animales) y no en el suelo.

2. Las plantas arbóreas tienen una alta capacidad de recapturar los nutrientes provenientes de la descomposición de la materia orgánica por las raíces superficiales y la participación de hongos (Mycorrhiza). Este sistema es de alta eficiencia y permite la conservación de los nutrientes en el ecosistema.

3. En consecuencia, cuando se destruye el bosque (tala y quema) los suelos producen por un corto periodo (2 a 3 años) y pierden su fertilidad, porque es interrumpido el reciclaje de los nutrientes y los que existen (cenizas y materia orgánica) son lavados por las intensas lluvias.

La única forma de conservar y recuperar los nutrientes en un suelo y mantener su fertilidad se logra a través de tres formas:

1. Dejar crecer nuevamente el bosque en los suelos empobrecidos y reponer el ciclo de nutrientes, a través de prácticas de alternancia entre cultivos y barbecho forestal (tala-cultivo-purma-cultivo-purma) practicado en la región.

2. Realizar cultivos con la mayor cobertura forestal posible (prácticas agroforestales) para mantener un reciclaje de nutrientes lo más eficiente posible.

3. Aportar continuamente fertilizantes sintéticos, lo que resulta impracticable en muchas zonas por la distancia y los altos precios, además de la falta de capital para su adquisición.

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Amazonas en peligro

Sequía y deforestación en el Amazonas

Este fenómeno es resultado del aumento de la temperatura del Atlántico

El Amazonas está atravesando por uno de sus peores momentos. Por un lado, la sequía que sufre la Amazonía brasileña, la peor en 50 años, pone en riesgo la vida de la fauna y la flora, la más rica del planeta, y de los casi 200 mil habitantes que viven de los recursos naturales de aquella zona. Por otro lado, la deforestación de la selva amazónica registrada el año pasado fue casi la peor que se ha dado nunca, según el Gobierno brasileño, que aseguraba que en 2004 se han quemado más de 26 mil kilómetros cuadrados de selva, casi un 6% del total.

Como consecuencia de que las lluvias apenas han alcanzado un 40% de lo esperado, lo que supone uno los índices más bajos de los últimos cien años, se ha reducido en unos dos metros el nivel del principal brazo del Amazonas. Muchos riachuelos de la cuenca del Amazonas, donde se concentra el 20% del agua del mundo, se han secado casi por completo, lo que está originando la aparición de toneladas de peces muertos, barcos abandonados, paisajes desérticos y pastos que se han empezado a pudrir, lo que provocará que el agua no sea potable cuando aumente nuevamente. Asimismo, la sequía ha dejado a miles de comunidades aisladas en una región donde los ríos muchas veces son el único medio de transporte. Ante la gravedad de los acontecimientos, las autoridades del Estado de Amazonas han decretado el estado de calamidad pública.

Los meteorólogos que estudian el Amazonas creen que el fenómeno es resultado del aumento de la temperatura del Atlántico, que en 2005 registra temperaturas superiores a la media, entre 0,5 y 4 grados centígrados, algo que ocurre en períodos de entre 15 y 20 años, y que impediría la formación de nubes en la zona. El Instituto Brasileño del Medio Ambiente ha alertado que la sequía podría prolongarse dos años, aunque según el Servicio Hidrológico de Brasil la situación podría cambiar, ya que el río Solimoes, principal afluente del Amazonas, está subiendo cerca de 10 centímetros por día debido a las lluvias que caen en sus nacientes, en Perú.

En cuanto a la deforestación, las fotografías vía satélite e información registrada indicaron que se han quemado y cortado extensiones récord de bosques tropicales en 2004. Para evitar esta situación, el Gobierno de Brasil anunciaba hace unos meses un programa de protección por el que se castigaría a los responsables de la deforestación y se reordenaría la posesión de la tierra, entre otras medidas. Sin embargo, diversas asociaciones ecologistas lo consideran insuficiente, y así WWF, por ejemplo, asegura que, más que por los esfuerzos del gobierno, la reducción de la deforestación vendrá por la desaceleración del mercado agrícola. Greenpeace denunciaba en un estudio el alarmante deterioro social y ambiental producido por la invasión de las tierras, en muchas ocasiones de manera ilegal, que llevan a cabo madereros y ganaderos en la selva, donde la violencia, los asesinatos y "una variante moderna de la esclavitud" serían habituales.

Se puede decir, por tanto, que aunque no existe unanimidad en las cifras, los científicos apuntan un futuro poco esperanzador para el Amazonas de seguir con las actuales prácticas de destrucción.

Así, mientras algunos científicos sugieren que la rapidez de la deforestación podría acabar con el 40% de la selva en 15 años, otros llegan más lejos al apuntar que la destrucción de la selva tropical del Amazonas podría ser irreversible en una década, y que podría desaparecer totalmente en menos de medio siglo.

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